Cuando Irina llega al pueblo sola, vencida y sin esperanza, no imagina que se va a ver envuelta en la aventura de su vida. En ese lugar los paisajes y los muros esconden mucho más de lo que parece, y los secretos de siglos aún laten esperando a que alguien los saque a la luz. Un muchacho desesperado y lleno de problemas, un niño en blanco y negro, una antigua promesa aún incumplida y un gato callejero van echando abajo los prejuicios de alguien que pensaba que todo estaba perdido, demostrándole que, para empezar de nuevo, solamente hace falta pararse a admirar una fuente junto a un camino.