Para la mayoría de los hombres y de las mujeres que se preparan para ser padres y madres, la constitución de su hijo, su carácter, sus facultades, sus cualidades, sus defectos, dependen del azar... o de la voluntad de Dios, de quien no tienen una idea muy precisa. Como han oído hablar de las leyes hereditarias, suponen que este hijo se parecerá físicamente y moralmente a sus padres, a sus abuelos, a un tío o a una tía. Pero no piensan que está en sus manos el favorecer o impedir este parecido, y de una forma general, contribuir al buen desarrollo de su hijo, tanto en el plano físico como en el psíquico o espiritual. Pues bien, es ahí donde se equivocan. Los padres pueden influir favorablemente sobre el hijo que va a encarnarse en su familia.