Argumento de Una Cruel Antífrasis. Rousseau: Lenguaje, Pasión y Política
Para Rousseau hablar o escribir bien denotaría intentar seducir a los demás, relacionarse con el prójimo a base de lisonjas, vanidad e hipocresía. Lo terrible del caso es que si la elocuencia triunfa es porque se nutre de una sociedad erigida sobre los cimientos de la adulación, la envidia y la mentira. Todos actuamos interesadamente en el Teatro del Mundo, engañamos y somo engañados, nos enmascaramos olvidando nuestro verdadero yo. Ciframos la existencia en ser más que los demás, convirtiéndonos en esclavos de pasiones tras las que se oculta el amor propio. Vivimos, así, una secreta guerra civil de todos contra todos, moderada por una aparente cortesía. Rousseau cree preciso dar la espalda, como individuo, a esta sociedad perversa. La clave para ello se cifraría en abandonar el amor propio del hombre civilizado y retornar al amor de sí del hombre primitivo, que ni se compara, ni compite. Pero no basta con esa salida personal. Rousseau juzga necesario construir otra sociedad, sin envidias ni celos. La fórmula consistiría en que prevalezca el amor de sí colectivo (la voluntad general) que nos iguale como ciudadanos e impida la comparción y los celos. Hay, sin embargo, una cuestión que no logra encajar en este esquema: el lenguaje. Un problema nada desdeñable en la medida que es lo que nos distingue de los animales.0