Sin entrar con detalle en los asuntos políticos y los conflictos religiosos del lugar más sagrado del mundo, pero sin dejar de contar todo lo que vio y vivió durante aquellos días, la autora va pisando, más de dos mil años después, las huellas de Jesucristo desde la Encarnación en Nazaret hasta su muerte en la cruz. Jerusalén, cuna y fuente de la fe, es eje central y punto de partida de la narración: la Vía Dolorosa, el Muro de las Lamentaciones, el monte Sión, el huerto de Getsemaní. Junto a esta bella ciudad, otros enclaves de igual grandeza: Belén, Jericó, Caná, Tiberíades.
Un recorrido histórico y espiritual por Israel, tierra de promisión y de confusión, que deja una huella imborrable en el alma. Huella real, palpable, que confirma la existencia terrena de Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre.