Su mejor amiga, Cloudy, parecía llevarlo bien, al menos por fuera. Pero por dentro no era así, ni mucho menos. Estaba hecha un lío, confusa, destrozada.
Por su parte, era obvio para todos que Kyle se estaba desmoronando. Ashlyn era su novia y al morir, una parte de él murió también. Puede que la única que realmente le importaba.
Cloudy y Kyle eran las dos personas que más querían a Ashlyn y por eso deberían ser capaces de apoyarse el uno al otro, pero algo que había ocurrido un año antes abrió entre ellos una brecha enorme y ahora apenas se dirigían la palabra.
Así que cuando Cloudy descubrió que Ashlyn había donado sus órganos y que su familia había estado en contacto con los receptores, hizo algo descabellado por una parte y absolutamente impropio de ella por otra: robó las cartas intercambiadas con los receptores de los órganos y convenció a Kyle para que la acompañara en un viaje en coche por toda la Costa Oeste. Era posible que ver a las personas a quienes la muerte de su amiga salvó la vida le sirviera a Kyle para encontrarle de nuevo sentido a su existencia. Y para que Cloudy averiguara qué era lo que buscaba.
Con cientos de kilómetros por delante, un gatito polizón y una lista de personas que le debían su vida a Ashlyn, quizás ambos encontraran la manera de reencontrarse con ella... y consigo mismos.