En la sociedad del riesgo nada resulta factible al margen del frágil equilibrio entre seguridad y libertad que, inevitablemente, genera incertidumbre. No tiene sentido, pues, la contraposición entre seguridad y libertad; puesto que, convertidos en valores exclusivos, ambos terminan produciendo inseguridad social -debida a los excesos de una libertad de mercado sin controles cívicos- e inseguridad civil -debida a la restricción de derechos y libertades causada por un exceso de seguridad. Tanto la búsqueda individual (yo contra todos) como la grupal (nosotros contra ellos) de seguridad logran justamente lo contrario de lo que pretenden: producen la máxima inseguridad colectiva. Hasta el punto que nunca antes, la Humanidad, había estado tan cerca de la autoextinción y, por ello, jamás había resultado tan inaplazable la emergencia de una visión mundicéntrica (todos nosotros) de la seguridad capaz de frenar esta insensata carrera hacia la nada. Comprender es actuar. Sólo la evidencia de un auténtico riesgo de catástrofe planetaria permite comprender que nos hemos convertido en una comunidad de peligro mundial y, por consiguiente, nos impulsa a actuar sin demora en base a una nueva ética de la responsabilidad planetaria.