Estructurado dramáticamente, Un hombre no debe ser recordado debería poder leerse como un solo y largo poema ( y en esto no es distintivo de mis otros libros) cuyas voces se enfrentan o se provocan, se alían o se separan no siempre a la vista del lector. Su universo de referencias (evidentemente para cualquiera medianamente familiarizado con los clásicos) me obligaba a una redacción austera, casi épica, sin recurrencia a efectos o evocaciones que pudiesen violentar en exceso la verosimilitud del conjunto. Pero bajo el desfile debe poder adivinarse, lírica, la marea: la fuerza transgresora, irónica y solidaria de la poesía entendida como coincidencia indoblegable.