Se llama Kay y trabaja como librera en Fécamp. Vive sola, encerrada en su propio misterio, una soledad perfectamente organizada para acallar una antigua herida que aflora pero de la que nunca nadie habla. Un día recibe una carta firmada por un tal Jonathan Shields, un americano que le pide un libro. Entre Kay y Jonathan comienza una relación epistolar que, con un tono formal y casi literario, va transformándose poco a poco en algo mucho más personal. Tierna y violenta al mismo tiempo, la relación entre Kay y Jonathan les permite hablar de libros y también de cosas que no se habrían dicho nunca cara a cara. Ambos dan vueltas y vueltas alrededor de un secreto que, finalmente, estallará dejando a sus dos protagonistas sin la protección de las máscaras, enfrentados al otro y a sí mismos.