Al preguntarse si una piedra puede florecer o en qué nos transfigurará el tiempo, el autor no nos da el bálsamo de la certeza sino que nos envuelve en telarañas léxicas que nos pierden tan delicadamente en senderos líricos. Más podría decirse de esta bitácora de seres animados e inanimados, oriundos del mundo humano, vegetal, animal y mineral, pues no obstante su alta estirpe, Vesalius no es el único personaje de tiempos pretéritos que surge en los versos de Barbarito: personajes tan disímiles como Leonardo Da Vinci, Albrecht Dürer, Francis Bacon, las suicidas Virginia Woolf y Anne Sexton intentan ahí efímeras apariciones que rozan la epifanía, compartiendo el lecho de papel con figuras menos densas muertos, alquimistas, amadas apenas insinuadas, hitos de la geografía terrestre que casi se vuelven seres vivos y bajo la pluma sensible del autor, lo hacen tan bien que el lector queda acorralado entre el sí y el no, entre enumeraciones que le brindan un ritmo extraordinario al texto, una musicalidad de percusión.
Françoise Roy