Esto no es otro libro de poemas, soy yo pidiendo auxilio, pero nadie me socorre.
He asumido que nunca nos olvidaremos. Cada vez que nos cruzamos sus ojos se revelan ante mí, nostálgicos de todo aquello que no hemos sido, preguntándose acaso si aún no es demasiado tarde. Pero ninguno hace nada.
Ella se muerde el labio y mira a cualquier otra parte con los pensamientos clavados en mí. Yo acelero el paso, como si llegara tarde a donde nadie me está esperando.
Prologado por Roger Wolfe.