Argumento de Triste, Solitario y Final
No hay por qué recurrir a la parodia para describir la realidad social tan ridícula y esperpéntica que tenemos, basta con dejar hablar a los que la habitan. Poetas ambiciosos, políticos mediocres, emprendedores evanescentes, académicos incultos, chamarileros del arte, banqueros corruptos, meretrices de papel cuché, sindicalistas subvencionados y oficiantes de toda laya desbarran a placer, inconscientes de que aún seguimos en la cueva de Platón. Lo nuestro no es la postmodernidad, es el caos. Y en esa manigua floral y carpetovetónica, en ese espejo cóncavo de la cordura, Cornelio Flores, detective, espectador a su pesar del desfile de monstruos que provoca el sueño de la razón1