Introducción:
Otra visión del trastorno del espectro autista. Cuando comencé a ver a chicos y chicas con TEA observé algo que me llamó mucho la atención. En todas las patologías del campo de la psicología infanto juvenil se programan las terapias teniendo en cuenta las manifestaciones del trastorno, es decir, se realiza una observación detallada que permita eliminar o paliar aquella sintomatología que aleja al individuo del entorno de integración.
¿Esto qué quiere decir?: que aquellas conductas típicas del trastorno, que impiden un comportamiento normalizado, se trabajan de forma intensiva hasta que se regulan o adaptan al entorno, logrando comportamientos adaptados que permiten la integración del individuo en el medio. Pongamos un simple ejemplo: si alguien presenta un TDAH subtipo combinado, patología caracterizada por una conducta hiperactiva e impulsiva y déficit atencional y que, en la mayoría de las ocasiones conlleva problemas sociales, se ponen en marcha los recursos necesarios para enseñar a ese individuo a gestionarlas.
Así, se llevan a cabo programas para enseñar al individuo a pensar antes de actuar, programas de control de la activación para gestionar los excesos de actividad, trabajo de funciones ejecutivas, etc. Todo va dirigido a reducir las conductas desadaptadas a través de la enseñanza de conductas adaptadas.
Si alguien presenta tics, comenzamos a realizar programas, como la detección del pensamiento y el entrenamiento en respuesta alternativa, que ayuden al individuo a reajustar sus respuestas adaptándose al ambiente. Le enseñamos a identificar las sensaciones corporales previas y a cambiar el tic por otro comportamiento más adaptado, a la par que actuamos sobre los factores reslacionados con el pensamiento que median en estos casos.
En todos estos trastornos llevamos a cabo una programación dirigida a favorecer la integración social del individuo porque, entendemos, que estos síntomas son los que están influyendo negativamente en las relaciones sociales. Luego, damos por hecho la importancia de las relaciones sociales para el correcto desarrollo del individuo. De hecho tanto es así que en psicología muchos trastornos son considerados como talen función de la interferencia que ocasionan en la vida del individuo.
En los casos de individuos con TEA esto no ocurría, salvo en contadas ocasiones, en las que los profesionales que actúan de forma contraria eran considerados como encantadores o engañadores de padres, vendedores de humo para muchos otros. Profesionales anclados en la idea de cambio.
Pero, si lo comparamos con el resto de trastornos infantiles:
¿Qué estábamos haciendo ante una sintomatología típica de TEA?
¿Estábamos actuando del mismo modo que en otros trastornos?
¿Estábamos priorizando la adaptación de la conducta?