Corre el siglo XII y el monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, en Girona, vive uno de sus momentos de mayor esplendor. El abad Berenguer rige sus designios con mano firme. No sólo imparte justicia, sino que además defiende a capa y espada sus vastos territorios y los derechos sobre los impuestos que pagan sus vasallos. Frente a él, el conde Hug de Empúries trata por todos los medios de menoscabar su autoridad y hacerse con sus privilegios.