Argumento de Trapos Sucios, los
En el arranque de la novela, el narrador confiesa a su padre que, veinte años atrás, en las postrimerías del franquismo, alguien le pidió que trasladase en su coche a unos activistas de ETA. Comienza así un proceso de reconstrucción de las cosas que nunca se dijeron entre padre e hijo, las razones de sus desavenencias, lo que sus silencios pudieron ocultar. El hijo tiene un doble motivo para afrontar tal ejercicio de memoria: los médicos acaban de diagnosticar a su padre una enfermedad mental degenerativa, y este acaba de recibir una carta exigiéndole el pago del impuesto revolucionario. Pero el padre ha comenzado ya a habitar ese territorio extraño en el que tiempo y espacio son paulatinamente conquistados por las huestes del reino del olvido. Y en cuanto al mundo de la violencia, pronto comprueba que, para alejarse de él, desear hacerlo puede no ser suficiente. El narrador va hilvanando así el recuerdo siempre imperfecto de los hechos y de los silencios que han marcado la vida entre padre e hijo, su desarrollo en la memoria y, sobre todo, su incidencia moral en el presente y en la relación entre ellos. La novela, a través de la confesión que el narrador hace a su padre, recorre unos años cruciales de nuestra historia, desde la agonía de la dictadura a los primeros 90 del siglo pasado, una época que aún nos interroga a todos y nos interrogará aún largamente sobre nuestras opciones en determinados ámbitos de nuestra vida, muy especialmente en el de las elecciones morales.1