En todas partes, las campañas electorales de los principales partidos ya no tratan de convencer con razones o ideas: se limitan a vendernos una marca, «ZP» o «Sarkozy». El propio Barack Obama basó su éxito en el uso de nuevas tecnologías de captación de votos por medio de internet.
Los departamentos de marketing de las grandes multinacionales no dejan de inventar nuevos modos de obtener su objetivo supremo: conseguir que compremos. Objetos útiles, cacharros inútiles, lo que sea. La llegada de la crisis económica, junto con la de las innovaciones tecnológicas, solo acentúa esta situación. De ahí la importancia del análisis realizado por Viviane Mahler en Las trampas del marketing.