Las dos obras analizadas son verdaderos diccionarios de Toponimia Bíblica, acabaron por suponer para los estudiosos cristianos un acicate para el estudio e investigación de los lugares sagrados. Si bien Eusebio es el autor de la obra, no menos interesante es la singular traducción de Jerónimo, que elaborada medio siglo más tarde, nos suministra no solo correcciones eruditas sino también múltiples noticias que no aparecen en la obra de Eusebio.