Esta vez Armando Uribe juega a los epitafios: los versos, incluso, intentan hablar de otro hombre. Pero siempre se trata del poeta en vilo ante sus defectos. En Tonto habla mal de sí mismo, con ironía o con una gélida seriedad, en que, a pesar de invocar la muerte, se percibe el vértigo vital de su escritura. Lo suyo es un testimonio de cada momento, incluso de cada segundo que le roba a la nada en vida, aunque desprecie la experiencia humana por impura y banal. Sus escrúpulos, sin embargo, no le impiden denostar la actualidad, ya sea pública o la privada de cada uno, encarnada en su propia existencia. Su utopía parece carecer de programa, pero no de valores: la Moral, la Civilización, la Fe. Y también, ¿por qué no?, la Poesía de Verdad, que trasciende la honestidad personal e incursiona en el difícil ámbito del Inconsciente. Es cierto que todo desaparece con la muerte, como dice el poeta, pero el lenguaje es una duda o, al menos, un placer en este mismo libro.