Ya sociólogo adiestrado, al llegar al poder Salvador Allende se fue a Chile para encontrar la realidad oculta detrás de los espejos. Mientras Allende hablaba de libertad y justicia, el país se caía a pedazos, y la sociedad, crispada, se preparaba para el enfrentamiento.
Desalentado, cruzó la frontera y se fue al Perú de Velasco Alvarado. Allí descubrió, otra modalidad del desastre y de maltrato a las personas. Entonces marchó a Venezuela, convencido que ni la teoría marxista ni el estado voraz podían aportar solución a los problemas. Aún no sabía cómo ni con qué reemplazar la cosmovisión socialista que había impregnado los primeros treinta años de su vida. El reemplazo de su cosmovisión socialista llegó poco a poco.
Sabino, mientras enseñaba Sociología, se doctoró en Economía y por primera vez encontró una explicación racional al problema del subdesarrollo y la pobreza de los latinoamericanos: El débil tejido empresarial no creaba suficiente riqueza. Sólo barbarie y atraso podía esperarse en sociedades donde las libertades económicas y políticas eran mutiladas, sus instituciones republicanas vulneradas y su estado de derecho colapsado.
Si bien no es la primera vez que se escribe un libro así, lo que acaso diferencia a este libro, es el tono absolutamente pedagógico y tranquilo con que está escrito. Sabino no tiene la furia del converso, lo que le permite demoler pulcramente y sin odio todos los mitos del socialismo.
Sencillamente, quiere contar su vida, explicar por qué se equivocó en su juventud y por qué el antídoto contra ese error intelectual y esa perversidad moral lo encontró en el pensamiento liberal. Por eso es un libro distinto: Sabino no sólo condena el pecado; también señala el camino para salir del infierno.
Carlos Alberto Montaner