Un libro tronchante, audaz, iconoclasta y real como pocos, que acabo de descubrir con cinco años de retraso. Se titula Tocándome los cojones y su autor, Jaime Centurión, no me dice nada afortunadamente en la agenda de las Bellas Letras canarias, en cuyas páginas doradas jamás tendrá cabida un texto tan inclasificable, libre y divertido como éste cuyo tema es nada más y nada menos que la estricta realidad de las cosas. Con lo cara que se ha puesto la realidad, el viaje de Centurión por toda África oriental a lo largo de diez meses, viaje golfo y ganso nada de monu-mentos, nada de antropología, nada de ayuda en acción: mujeres, birras y un transistor multibanda para escuchar los goles del Tenerifito en Tablero Deportivo tiene el mismo principio activo que el mejor limpiador de maquillaje. La gozada de este libro fragmentario y arrebatado, son su voz y su mirada. Una voz a pie de experiencia, hablando al lector cercano como un compañero de viaje, al que habla como tú le hablarías a un amigo que te acompaña en un viaje y de quien, a menudo, estás un poco harto pero no se lo dices abiertamente, de lo que ocurrió en el momento en que le ocurre, o de lo que ocurrió como si estuviera ocurriendo; y una mirada limpia, nunca idiota, que va por esos mundos de Dios arrancando máscaras de estos mundos del diablo, a base de humor y verdad. Toda una joyita este libro, que para mí es la continuación, o el antece-dente, o un fragmento suelto de ese gran texto que te hace parar en cualquier puerta, de la forma más tonta. Háganse con él.
Jaime Centurión Martín es también autor de un libro de relatos cortos, Dos corriendo por tres calles. De momento, tiene prohibido escribir más. En cuanto usted lea su obra entenderá el porqué.