Para muchos profesores, y por razones diversas, la E.S.O. (Enseñanza Secundaria Obligatoria) se ha convertido de algún modo en un territorio hostil. El autor, desde la atalaya que solo la poesía puede brindar, observa lo que ocurre en su profesión y se deja inspirar por lo que hay en ella de cotidiano y anecdótico, pero que por la magia del lenguaje y del sentimiento puede convertirse, si hay suerte, en categoría. Si en un determinado momento el poeta, el profesor, llega a identificarse con una gavioviota que cobija a sus polluelos, en otros se transforma en un boxeador, golpeado una y otra vez hasta el límite y que reclama, desde la lona, dignidad para su tarea.