El éxito deslumbrante del psicoanálisis a comienzos del siglo XX condujo a despreciar la sabiduría que la observación de los movimientos interiores del espíritu había proporcionado durante siglos a tantos hombres y mujeres.
Sin embargo, poco a poco se ha ido abriendo paso la convicción de que no es posible reducir la interioridad a psicología o psiquiatría, pues tampoco ellas han sido capaces de explicar y sanar del todo las heridas interiores del ser humano.
Es aquí donde la tradición de la Iglesia aporta su experiencia secular, que hunde sus raíces en el misterio de la encarnación de Dios. Así, una de las imágenes más fecundas del Oriente cristiano es la de «Cristo médico», que ha venido a devolver la salud a la humanidad enferma.
En este proceso, el Espíritu Santo viene en ayuda de cada bautizado para que pueda unirse a Cristo en la Iglesia. Con todo, esta unión es una tarea que sólo puede llevarse a cabo mediante la ascesis, el trabajo interior.