Si la falta de alimento espiritual ha de ser resuelta, deben ser los laicos -que están en constante contacto con las víctimas de esa falta de alimento- los que lo hagan. Debemos llegar a entender los principales dogmas, para conocerlos en sí mismos y conocer su capacidad de alimentación. No debemos ahorrar ningún esfuerzo para dominar su contenido, porque solo así acabaremos con la inanición que nos rodea. Cuando comprendamos esto, nos daremos cuenta de que hay que poner manos a la obra; ante todo, por los demás hombres, pues es intolerable que perezcan deseando la verdad que nosotros podemos darles.»