La creación teatral de Mario Vargas Llosa, desconocida para muchos de quienes ya han disfrutado de su narrativa, es parte imprescindible de su carrera y sus inquietudes literarias. Este género le permite ahondar en una de las constantes de su obra: la medida en que las historias que relatamos y nos relatamos, las fantasías con las que pretendemos abrillantar cada día, son una manera de ensanchar nuestra existencia más allá de los límites que impone la realidad cotidiana.
La señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La Chunga (1986), El loco de los balcones (1993) y Ojos bonitos, cuadros feos (1996), cinco textos dramáticos donde temas tan cardinales para el ser humano como la familia, la vejez, el orgullo, el destino, el amor, los deseos, el machismo, la dinámica entre presente y pasado y la naturaleza del talento creador quedan envueltos por otro: el papel de la ficción en la vida, la rectificación de la vida que obra la ficción.