Su figura pública cobra relevancia durante los últimos años del régimen de Franco. Es entonces cuando el cardenal conjuga el mensaje modernizador y aperturista con las aspiraciones democráticas que eclosionaron en España tras la muerte del dictador.
Mostró de forma persistente una actitud dialogante y conciliadora, lo que le valió el respeto de reformadores. Pero también se ganó el odio de los sectores más inmovilistas: fue ninguneado, espiado y el franquismo más reaccionario acuñó con su apellido la rima más infame de aquellos tiempos: «¡Tarancón, al paredón!».
Tarancón: el quinto mandamiento documenta con precisión, pero de forma amena, el momento más delicado de la historia reciente de España y rinde homenaje a uno de los principales responsables de la transición. Un religioso llano y sincero que se opuso desde dentro al régimen franquista y que luchó con armas tanto civiles como divinas por la normalización y el éxito de la democracia en nuestro país.