Araceli Palma-Gris se apropia, como un moderno Prometeo, de la más preclara luz de los dioses poéticos orientales, para verterla sobre la vida y paisajes occidentales. Ni plagia, ni imita a la poesía oriental, baja, luminosa a la más profunda sima del espíritu occidental valiéndose del mayor logro de los poetas orientales: el haiku, esa fugaz luminaria de minuciosidades deliciosas que, al contrario de los fuegos de artificio, fecunda el interior donde reina el silencio y la contemplación, e incluso, la revelación.
Araceli Palma-Gris, a lo largo de toda su trayectoria poética nos muestra cómo la espiritualidad y el misticismo no sólo son posibles, sino necesarios para elevar y hacer más sugestiva la vida en nuestro siglo XXI. Ello, naturalmente, implica un reto para el lector: afinar su sensibilidad para dejarse llevar por estos haikus a las simas de su propio espíritu, abrirse a la belleza que viene envuelta en serenidad, contemplación, en sabiduría.