Lillo fue un verdadero autodidacta, un aprendiz inteligente de la realidad que le rodeaba, pero, sobre todo, un ser sensible que sintió en carne propia el sufrimiento de sus semejantes.
Su obra se concentra en tres docenas de cuentos y relatos que comienza a escribir cerca de los cuarenta años, y que se publicaron con los títulos de Sub Terra, Sub Sole, Relatos populares y Páginas del salitre.
Lillo irrumpe en la literatura chilena como un ventarrón y genera una impronta que dejará huella en escritores posteriores.
Al leer a Baldomero Lillo «sentimos que vamos bordeando lo catastrófico», escribe Ernesto Montenegro.
«Lillo nos lleva, imperturbable y sin compasión, a observar visiones infernales. Denuncia monstruosidades y lo hace con terrible fuerza, como no se había visto en las letras de su tiempo. Fue una explosión de realismo cuyos ecos se escuchan todavía», afirma Hernán Poblete Varas.
El padre del naturalismo chileno falleció el 23 de septiembre de 1923.