A finales del siglo XVII aún se creía que el alma era un órgano más de nuestro cuerpo, y Dominic, que prestaba especial atención a cada una de las palabras de su mentor, llegó a obsesionarse por encontrar los componentes con los que poder confeccionar un barniz que diese un acabado único a los instrumentos que fabricaban y, además, dotase de una sonoridad extraordinaria a todos aquellos violines, violas y violonchelos que se vendían en el taller del maestro Stradivarius.
Con su peculiar estilo elegante y valiéndose de una exhaustiva documentación, el autor nos mostrará cómo fue la intensa vida del mejor lutier de todos los tiempos, Antonio Stradivarius, describiendo a su vez la visión de una sociedad que, tras ser arrasada de forma cruel por la peste negra, trataba de aferrarse al trabajo para poder subsistir dignamente.
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