En La sombra del cielo Cervera rescata aquellos personajes (la mayoría de ellos, niños y niñas en los años cuarenta y primeros cincuenta) sólo que ahora viven los años noventa y en esas vidas confluyen dos circunstancias nada tranquilizadoras. De una parte, Los Yesares es un pueblo anclado en el pasado, con unos gobernantes absolutamente despegados de cualquier comportamiento acorde con los tiempos democráticos. Como en muchos lugares del interior de nuestro país, las relaciones viciadas que se heredaron de la guerra siguen vigentes. Y eso se da en Los Yesares con casi la misma y negativa intensidad que en los años cuarenta. De otra parte, en el pueblo, así como en los alrededores, se añade una circunstancia que violenta la convivencia: los montes son arrasados por las excavadoras, que extraerán la tierra de esas montañas para que en los pueblos ricos de la costa fabriquen cerámicas de lujo. Y a esa situación que viven las gentes del pueblo, se añade la aparición un buen día de un argentino, Walter Reyes Bazán, que llega a Los Yesares nadie sabe muy bien por qué ni con que intenciones. Quizá exiliado a causa de la dictadura argentina, será el personaje principal de esta historia, un personaje misterioso y contradictorio, cuyo desconocido pasado encierra en un silencio espeso y hosco.
"La sombra del cielo", como antes la trilogía, indaga una vez más en el territorio vasto y complejo de la memoria individual y la colectiva, en las razones que unos tienen para la supervivencia y otros para dejar que la vida siga los derroteros de la fragilidad, de la desmemoria y finalmente de la muerte.