La sociedad española, siempre en estado de cambio, se ha mostrado, sin embargo, muy reacia a la hora de aceptar la existencia de mujeres que no cumplen con el objetivo para el que están predestinadas ancestral y culturalmente. En las obras La señorita de Trevélez (1916), de Carlos Arniches; Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935), de Federico García Lorca; La casa de los siete balcones (1957), de Alejandro Casona; Como las secas cañas del camino (1965), de José Martín Recuerda; y La vieja señorita del Paraíso (1980), de Antonio Gala, vemos cómo nuestras protagonistas solteras hacen frente al sentimiento de frustración y conciencia de fracaso que ellas sufren internamente y, por otro, al engaño y al maltrato verbal y físico, que les llega, siempre impunemente, del exterior.