Montana Hendrix había encontrado su vocación: trabajar con perros de terapia. Vivía en un pueblo que adoraba, tenía un trabajo maravilloso y por fin estaba lista para buscar a su hombre ideal.
El doctor Simon Bradley prefería la asepsia del hospital al desorden de la vida cotidiana, sobre todo si esta incluía un perro y una mujer cuyos besos le hacían desear aquello que no podía tener. Evitaba cualquier vínculo emocional y viajaba por todo el mundo. ¿Podrían sus sentimientos hacia Montana inducirlo a instalarse en Fools Gold, o se marcharía llevándose consigo el corazón roto de Montana?
Solo para él
Sonaban campanas de boda en Fools Gold, pero no para Nevada Hendrix. Sus hermanas trillizas estaban comprometidas e incluso su madre tenía una vida amorosa más activa que la suya. Decidida a empezar de nuevo, presentó una solicitud para el trabajo de sus sueños, pero descubrió que su nuevo jefe iba a ser también su primer amor.
Tucker Janack accedió a las reglas de Nevada de «solo trabajo». Después de todo, el amor era una trampa que el millonario constructor había evitado toda su vida. Pero cuando unos buenos compañeros de trabajo se convertían en algo más, todas las reglas se rompían.