Argumento de Solfeos, Soflamas y Sarpullidos
La poesía, si bien se fragua en la cabeza, es en el corazón donde ella vibra y de tales movimientos se espera que al tiempo se expanda por todos los sentidos, siendo los ojos, junto con los labios que la declaman, quienes la dejan orgullosos escapar. Si embargo, no es la poesía, el verso, el que se alcanza al instante, son caprichosos en la mano del que, con la pluma en ristre, espera hacer de ella su cometido de autor. Es inconstante el verso, voluble y voladiza la poesía, pues por más que se les busca solo aparecen en el instante que ellos escogen, de aquí que el poeta llegue a pensar que, la realidad de los poemas fluyen al dictado de unas conveniencias nunca dictadas por él y sí por alguien, llamemos así a la inspiración, que viene en el momento que quiere y por el mismo camino se va. Tras haber rebasado el río que busca y serpentea por entre mil vericuetos y encuentra las páginas del libro, aquel que podríamos llamar mar, océano donde confluyen las ideas y todas las aguas de los infinitos mundos que vienen a juntarse en un mismo y bello deseo.1