Para ello, el autor identifica los procedimientos, instituciones y estructuras organizativas diseñadas para determinar las capacidades militares necesarias para la defensa y para proceder a su materialización, lo que incluye la obtención de recursos internos así como de los bienes y servicios externos que éstas precisan. Tras su identificación, el autor analiza de forma crítica y exhaustiva la idoneidad de estos métodos y estructuras para la generación óptima de capacidades en el sentido anteriormente indicado.
El resultado es una descripción de los principales factores que, en la práctica, condicionan la asignación eficiente de recursos para la defensa, entre los que puede citarse la propia naturaleza de esta actividad; las dificultades de alinear los objetivos de los diferentes actores, bien a través de mecanismos de decisión colectiva, estructuras organizativas o el mercado; los problemas de información e incertidumbre asociados a la toma de decisión; la racionalidad limitada del ser humano, o la simple resistencia al cambio.
Una vez realizada el análisis, el autor examina las posibles medidas que pueden ayudar a mejorar los problemas de eficiencia identificados, encontrando que existen serias limitaciones para conseguirlo pues, aunque pueden atenuarse algunos efectos adversos, también pueden generarse otros que, en última instancia, den como resultado una solución peor en su conjunto. En este marco, el autor concluye que tienden a prevalecer los enfoques evolutivos, relativamente simples, basados en comportamientos adaptativos, incrementales, imitativos, de prueba y error, y de debate informado para lograr potenciales mejoras. Esto hace que los progresos en esta materia tiendan a caracterizarse por la dificultad y la lentitud.