El tener que hacer acopio de energía y fuerza cada día para cada paso que doy, no es tarea fácil. En mi cuerpo quedan visibles las marcas de mis batallas. Las deformidades que me generó la enfermedad. Las cicatrices de las operaciones.
Muchas caídas, alguna de ellas con serias consecuencias. Una escasa movilidad que al paso de los años se reduce aún más.
Sin embargo hace tiempo llegué a comprender, que el dolor forma parte de este misterioso juego que es la vida; pero no el sufrimiento. El dolor es transitorio, y sufrimos cuando nos resistimos a él, cuando no lo aceptamos. Y cuando nos resistimos a creer que la vida no es una carrera de obstáculos, sino un proceso de crecimiento y evolución.