Argumento de Siemprevivas
Veinticuatro cuentos densos en los que Isaac de Vega traza los perfiles de su peculiar universo narrativo. Las quietas figuras expectantes son como profundas estatuas, inmóviles seres que parecen oír, que alargan sus oídos a la inmensidad. Languidece la luz. El frío se adentra en sus huecos y roza, un poco, el núcleo de sus almas. Esperan. Otra vez el tiempo. Un ruido de pasos, crispantes, incompletos. La hierba crece ciega, impulsada por una maravillosa máquina, muda, aplastada sobre sí, bajo el peso del mojado aire que va aniquilando la energía del sol.1