La madre de Daniel se pasa el día tejiendo jerséis para que los pingüinos de Australia y Nueva Zelanda no pasen frío. Daniel a veces se siente tan indefenso como esas aves en medio del lío que es su casa, con su hermana siempre al móvil y su abuelo gruñendo por todo, y la tristeza de su padre desde el divorcio. Cree que su vida mejorará desde que es amigo de Telmo y Marcelo, pero lo cierto es que no lo tratan demasiado bien. Al menos tiene a Ada y sus perros para olvidarse un rato de sus problemas.