En los siglos XVI y XVII, servir se consideraba sinónimo de obedecerde obrar siguiendo el mandato del superior para beneficiarle y complacerle a través de obras concretas. Así entendido, el servicio era un deber nacido de la sujeción del servidor y obraba como mecanismo empleado por él para generar gratitud en el servido y obtener de él contraprestaciones. No obstante, también los superiores satisfacían las aspiraciones y las necesidades de sus subordinados sin someterse a ellos. Eso prueba que se podía complacer a otro por propia voluntad y, en consecuencia, que el servicio no sólo era un acto debido, sino también libre y espontáneo. En este volumen se ofrece una visión complementaria de la puramente contractual o sinalagmática del servicio, interpretado como norma básica de relación para quienes se asociaban políticamente: la regla suprema de conducta de cuantos vivían en comunidad o pretendían formar comunidad, por entenderse que servir a otros beneficiaba a todos.