Argumento de Sendero, el
Ni una nube en el cielo, ni un hábito en el aire. El sol despide cruel e implacablemente sus ardorosos rayos, el calor ha producido una neblina y yo estoy solo en el camino. A uno y otro lado de mí se desvanecen los campos en la lejanía del horizonte. No hay ni una brizna de verde hierba ni se ve alentar una flor es este desolado país. Todo está marchito y agotado, todo clama con la angustia del indecible e inexpresable dolor de los siglos. Todo está muerto, y muerto sin esperanza. No se oye el más leve sonido reina un pavoroso silencio. Cubiertos están los campos con muertos de muchos siglos pasados, y nunca pueden los muertos volver a vibrar con el dichoso pulso de la vía. Todo pereció, todo se consumió. La muerte prendió en su cruel abrazo a todos los seres vivientes, a todos menos a mí.1