Sobre el telón de fondo de la revolución salvadoreña, ya pasada pero tan presente y pesada como una losa, «Seis mil lunas» nos muestra la particular memoria histórica, remota y reciente, de unos personajes estoicos y sufridos pero vitales que nos transmiten su indignación y su amargura sin renunciar a la esperanza, a la alegría ni al humor. La atmósfera psicológica recreada, el paisaje humano y social, el protagonismo colectivo, la guerra, la pobreza crónica o la violencia contra las mujeres «permiten situar a Julio Alejandre en el ámbito literario del realismo trágico, que es la expresión que con menos palabras y mejor dice Pedro Escobar en el prólogo explica este libro». Los catorce relatos que lo componen, premiados todos de ellos en diferentes certámenes nacionales e internacionales, están narrados con un lenguaje mestizo, fluido y llano, un castellano metamorfoseado que funde elementos literarios de ambas orillas del Atlántico.
Julio Alejandre Calviño nace en el Madrid de los sesenta, en pleno «baby boom». La llegada del hombre a la luna lo pilló con pantalones cortos y fue de los primeros que subieron al tren de la EGB. Cursó magisterio y más tarde pedagogía, pero una inquieta voz interior no tardaría en llamarlo a Centroamérica, donde dejó una década de su vida entregado en cuerpo y alma al sufrido oficio de cooperante. De allí se ha traído unas cuantas arrugas, el amor por otras culturas y un sinnúmero de historias que contar. Tiene en su haber numerosos premios literarios y en la actualidad reside en Azuaga, Badajoz, donde se desenvuelve en el campo de la enseñanza.