Se jactaba de haber desentrañado «el enigma de la existencia» mediante una solución metafísica de la que Borges comentó que quizás fuera de verdad la más acertada. Pero, a pesar de sus méritos, aquel genial pensador sufrió amargamente durante años: la universidad y el público culto de su época lo ignoraban mientras rendían tributo a otros filósofos a los que el propio Schopenhauer despreciaba. Su extraordinario libro El mundo como voluntad y representación pasó inadvertido hasta treinta años después de su publicación, aunque luego se convertiría en una especie de biblia filosófica.
Él fue un contemporáneo de Goethe y Napoleón. Viajó por Europa en su niñez y aprendió a pensar desde la experiencia antes que en los libros, de ahí que su filosofía tenga un atractivo que sedujo a autores de la talla de Nietzsche, Tolstói, Thomas Mann o Wittgenstein. Conociendo al hombre se comprende mejor el pensamiento de este gran filósofo pesimista, que dijo de sí mismo: «He escrito mucho sobre qué es la santidad, pero no soy ningún santo».