Durante su campaña con el Ejército Grande, se definió a sí mismo como
«soldado con la pluma o con la espada, combato para poder escribir, que
escribir es pensar». Alberdi le reprochó que «en sus manos, la pluma fue
una espada y no una antorcha», y lo bautizó «el caudillo de la pluma».
Cuando aún no existía un campo periodístico independiente y profesional,
ejerció el oficio con pasión, desde su nacimiento a la vida pública
hasta su muerte. Libró en este ámbito batallas ideológicas y políticas,
y se construyó a sí mismo en la prensa. A diferencia de otros hombres
ilustres de su época, como Alsina o Mitre, él no tenía un «aparato» ni
una experiencia partidaria o militar que lo pusieran en la lista de los
presidenciables. Consiguió ese lugar a fuerza de escribir y polemizar.
La pluma y el periódico fueron su partido.
Sus mejores textos fueron consecuencia de sus luchas. «Facundo», libro
fundacional de la literatura argentina, se publicó originalmente como
folletín, con la ur