Argumento de Santos y Eruditos
Wittgenstein intentaba reunir sus pensamientos, pero el viento los atrapó arrastrándolos en remolino hacia las extensiones rocosas. Estoy perdido, pensaba, estoy de vuelta donde comencé. La gente común no existe; existen Connolly, Donal, Molloy. Cuanto más simple, más complejo: una vida estéril alimenta el fanatismo. ¿Y si la filosofía y el hombre no fueran extraños? Connolly es un individuo común, y no obstante un filósofo. Un excéntrico, tal vez; pero un excéntrico es un instrumento que hace revoluciones. ¿Y si Connolly tuviera razón cuando dice que la crisis es cosa de todos los días? El pueblo se burlará de esta locura, seguirá viviendo en la inocente autoevidencia de sus gestos. No existe la resurrección de los muertos. Si los muertos se levantan, estoy muerto y enterrado.1