Dominar las técnicas de la oratoria te ayudará en los estudios, mejorará la relación con los demás y tendrás más oportunidades profesionales. Observa a los políticos, los profesionales de la comunicación y a cualquier persona que hable por radio o salga en la tele. Puedes fijarte en la voz, en la posición del cuerpo, en la gesticulación, en su indumentaria. ¿Cuáles te inspiran más confianza? ¿Por qué? ¿Qué valores transmiten? ¿Se entiende lo que dicen? Observando, se aprenden las técnicas que utilizan las personas con experiencia, pero también nos damos cuenta de qué es lo que no deberíamos hacer porque perjudica nuestra imagen. Compara estilos de comunicación entre entrenadores de fútbol, jugadores, políticos, expertos, locutores... Fíjate en los mejores profesores que tienes. ¿Cuál de ellos te genera más interés hacia la asignatura? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo habla? ¿Cómo se relaciona con los alumnos? ¿Qué recursos expresivos utiliza? En la escuela, también puedes aprender muchos recursos para mejorar tu capacidad de persuasión aunque no tengas una asignatura específica de oratoria. Las clases de Filosofía, Literatura, Lengua son una fuente permanente de recursos que podrás incorporar a tu caja de herramientas para mejorar tu capacidad de expresión. Aunque a veces cuesta creerlo, las normas gramaticales, las figuras retóricas, las técnicas de elaboración de un escrito y un buen vocabulario son imprescindibles para expresarte de forma comprensible y correcta. Las demás materias que estudias te darán conocimientos de diversos ámbitos que formarán parte de tu «cultura general» o expertise en determinado tema por el que tengas especial interés. Tanto el bagaje general como el conocimiento profundo de un tema son imprescindibles para ser un buen orador, tener una buena imagen y transmitir confianza. Aprovecha en clase todas las oportunidades para practicar: salir a la pizarra, exponer un trabajo, ser el portavoz de tu grupo, participar en debates y asambleas... Y fuera de la escuela puedes animarte a decir unas palabras a tus amigos el día de tu cumpleaños, hacer un brindis en una celebración familiar... ¿Ridículo? Míralo como quieras. Más ridículo serás el día que tengas que presentar un trabajo o el proyecto final de carrera y no sepas cómo hacerlo. Te sentirás muy mal si has realizado un buen trabajo y no puedes defenderlo como se merece.