Como un revolucionario y un alborotador describieron Picasso, Dalí y André Breton al marido de Frida Kahlo, Diego Rivera, pero él también fue responsable de crear un arte público que era tan altamente avanzado como profundamente accesible.
Rivera vivió en Europa desde 1910, donde absorbió la influencia del Cubismo. Tras la Revolución Mexicana, sin embargo, volvió a su tierra natal donde adaptó las lecciones de la vanguardia europea a las necesidades de los mexicanos. Sus murales, y aquellos de los muralistas mexicanos que siguieron su ejemplo, presentaban una visión utópica de un México postrevolucionario.
Los cuadros históricos de Rivera expresan su interpretación de la revolución y sus ideales en un estilo que mira a las raíces precolombinas de la cultura mexicana, reinventando un colorista y realista idioma visual que podría apelar directamente a una gran cantidad de gente analfabeta. Este es el primer estudio que, con independencia del circuito de exhibición, presenta coherentemente el trabajo de este extraordinario artista.