Argumento de Revista Desperta Ferro. Contemporánea, Nº 21, Año 2017. Cuba 1898
Encuadernación: Rústica
La siempre fiel isla de Cuba por Sergio Guerra Vilaboy (Universidad de La Habana)
La siempre fiel isla de Cuba, como se llamó a la mayor de las Antillas en la última etapa colonial, fue la única posesión española en América junto con Puerto Rico que no obtuvo su independencia a principios del siglo XIX. Las causas de su excepcional fidelidad tienen mucho que ver con la confluencia de intereses, que se fue tejiendo desde fines del siglo XVIII cuando España permitió la libertad de comercio (1792), entre los plantadores y grandes propietarios de la isla y la monarquía española. Sin embargo, el crecimiento de los movimientos reformistas, independentistas o anexionistas, provocó una serie de enfrentamientos, tanto políticos como armados, que fueron desgastando la presencia española en la isla y, tras tres guerras, acabaron llevando al conflicto internacional con Estados Unidos y a la pérdida definitiva de la colonia.
Las tropas estadounidenses en el Caribe por Mark R. Barnes (Georgia State University)
En las décadas que siguieron a la Guerra de Secesión, el Ejército y la Marina de los Estados Unidos tuvieron que enfrentarse a la mengua constante de sus presupuestos y recursos humanos pero, en caso de que se produjera un conflicto importante, el plan de los militares era expandir ambas armas enviando a las milicias estatales, también denominadas Guardia Nacional, a servir al Gobierno federal tal y como se había hecho en los conflictos anteriores. Sin embargo, en la guerra contra España de 1898, estas tuvieron dificultades para fusionarse con las tropas regulares debido a problemas como el entrenamiento de la tropa o las carencias de equipo, así como al ritmo de los acontecimientos estratégicos del conflicto, que redujeron el tiempo disponible para entrenar y equipar a las fuerzas de los estados.
La campaña terrestre de Santiago de Cuba por Fernando Puell de la Villa (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado)
Entre el 22 y el 26 de junio de 1898, la mitad del minúsculo Ejército profesional que mantenía Estados Unidos desde el final de la Guerra de Secesión, articulado en el V Cuerpo de Ejército, desembarcó en el extremo sudeste de la isla de Cuba. Una semana después, tras forzar las líneas defensivas avanzadas de Santiago de Cuba, sus tres divisiones sitiaron la plaza. A continuación, en la madrugada del 3 de julio, la flota española, bloqueada en aquella bahía desde hacía mes y medio, se hizo a la mar y fue hundida. Santiago capituló y, sin más enfrentamientos, España dio por perdida la Guerra Hispano-Norteamericana y se vio abocada a firmar un leonino tratado de paz. Lo más destacable de aquellas operaciones fueron, muy posiblemente, los gravísimos errores en su planificación y conducción por parte del mando de ambos ejércitos, hasta el punto de que el epíteto algerism en alusión a Russell A. Alger, secretario de la Guerra en 1898 ha llegado a ser sinónimo de incompetencia militar en Estados Unidos.
El ejército mambí en 1898 por John Lawrence Tone (Georgia Institute of Technology)
El ejército de liberación cubano tuvo un papel importante en el apoyo de la invasión estadounidense de Cuba en 1898, pero sus oportunidades de participar en operaciones de combate fueron escasas, por tres motivos. En primer lugar, porque incluso las mejores fuerzas de que disponía estaban exhaustas y desorganizadas después de tres años de guerra; en segundo, porque si bien los insurgentes eran hábiles guerrilleros, no eran buenos en los enfrentamientos frontales que caracterizaron el avance norteamericano a Santiago; y, finalmente, porque los estadounidenses decidieron excluirlos deliberadamente de la lucha. Este texto examinará estos tres factores y demostrará cómo contribuyeron a deteriorar las relaciones cubano-norteamericanas.
El combate naval del 3 de julio por Agustín Ramón Rodríguez González
La acción del 3 de julio de 1898, entre la escuadra norteamericana al mando de Sampson y la española de Cervera, zanjó la suerte de la corta guerra comenzada el 21 de abril, pues apenas dos semanas después el gobierno Sagasta pidió la mediación de Francia para negociar el armisticio. En muy pocas ocasiones ha sucedido que el bando vencido perdiera la totalidad de sus buques en un combate, lo que hace de este un hecho singular que precisa ser explicado en sus complejas causas. El impacto de la derrota en la opinión pública española fue aún mayor por haber causado tan escaso daño al enemigo. Una primera explicación del Desastre insistió en tópicos acerca de que los buques españoles eran de madera o que sus cañones no alcanzaban al, por otra parte, invulnerable enemigo, afirmaciones que no se sostienen con un mínimo de rigor, aunque hayan sido muy difundidas.
El ejército español en Cuba por Juan Andrés Caballero Díez
La Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898) y la posterior y definitiva Guerra Hispano-Norteamericana, conocida como Desastre del 98, llevaron a miles de españoles a combatir en un conflicto que solo conocían de oídas y en una tierra lejana e ignota donde no se les había perdido nada y de la que muchos de ellos no volverían jamás. Los soldados que sí lo hicieron contaron verdaderas calamidades y penurias sobre la contienda, en la que los principales enemigos fueron las enfermedades, la mala alimentación, la falta de higiene y la escasa atención sanitaria, mucho más que las balas contrarias. Todos estos problemas empezaban ya durante el viaje, en el que eran presa de los mareos, del hambre y de la sed, y tenían que enfrentarse al abuso de quienes trataban de aprovecharse del desamparo que sentían aquellos hombres, muchos de los cuales jamás habían abandonado sus lugares de origen antes de emprender esta aventura.
La heroica defensa de El Caney por Fernando Puell de la Villa (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado)
La única novedad introducida por el general Linares cuando reorganizó las defensas de Santiago de Cuba consistió en poner bajo el mando del general Joaquín Vara de Rey a 391 hombres del Regimiento de infantería de la Constitución, 41 del de Cuba y 95 voluntarios de la isla, que hasta entonces protegían los campos de cultivo, y concentrarlos en la zona de El Caney. Esta aldea agrupaba dos docenas de casas de una planta, encaramadas en un cerro y al amparo de la iglesuela que presidía su plaza, y estaba flanqueada por el fortín de El Viso, edificio de mampostería construido durante la Guerra Grande (1868-1878), situado sobre un otero al otro lado del profundo cauce del arroyo de Las Guamas, y por otros seis blocaos de madera: Norte, Río, Asia, Matadero, Izquierdo y Cementerio. La abundancia de fortificaciones revelaba la importancia del enclave, llave del camino de Guantánamo, centinela avanzado de la ciudad de Santiago y privilegiado observatorio de la amplia extensión de terreno despejado circundante.
La prensa y la guerra por María Gajate Bajo (Universidad de Salamanca)
Remember the Maine!. Este fue el ensordecedor grito que retumbó en todos los rincones de Estados Unidos a partir del 15 de febrero de 1898. Después de una explosión, un acorazado yanqui, el tristemente célebre Maine, se había hundido en el puerto de La Habana y, ante semejante catástrofe, había que encontrar un culpable. El Caribe constituía el área de desarrollo natural de los norteamericanos, por lo que ya no bastaba con financiar y difundir la propaganda de los independentistas cubanos, y se hacía preciso vengar la muerte de 256 compatriotas.
Héroes que no triunfaron. El almirante Cervera por Ángel Luis Cervera Fantoni (Real Academia de Cultura Valenciana)
Los grandes líderes, conforme a la historia, son los que pueden triunfar, y los grandes caudillos militares son aquellos hombres que ganan sus batallas; pero el estudio de la guerra, como el de la historia, es solo la sombra de los líderes que la dirigen. Si George Washington no hubiese contribuido a la victoria de la Revolución Norteamericana, la balanza de su carrera militar podría haber terminado en un fiasco. De hecho, la guerra por la independencia de los Estados Unidos tuvo alternativas de éxitos y fracasos y Washington se encontró, en más de una ocasión, en situaciones muy comprometidas. Los acontecimientos, afortunadamente, dieron la oportunidad a aquellos hombres para recuperarse de sus reveses militares y continuar hasta lograr la merecida fama por su liderazgo. Pero, ¿qué decimos de los líderes que fueron abandonados por la fortuna o la falta de tiempo?
La ratonera de Lille por Roberto Muñoz Bolaños (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado)
Cuando los Panzer alemanes reventaron el frente del Noveno Ejército francés e iniciaron su cabalgata en dirección a las costas del Canal, las fuerzas aliadas desplegadas al norte tuvieron que iniciar la serie de retiradas que llevarían a la formación de la bolsa de Dunkerque y a la evacuación posterior de la BEF y de buena parte de las tropas francesas atrapadas en ella; sin embargo, no todas lo consiguieron. En Lille, elementos de siete divisiones francesas fueron incapaces de retirarse antes de que la ofensiva germana les cortara el paso hacia el río Lys, y tuvieron que sostener, cercadas, un combate tan violento y meritorio que, al final, sus propios enemigos decidieron rendirles honores antes de enviarlos al cautiverio. Esta batalla, que durante mucho tiempo ha sido considerada una acción secundaria, fue, sin embargo, fundamental a la hora de permitir el milagro de Dunkerque.0