La obra no tiene corsé. Se despliega como las velas de un barco ante una terrible tempestad y navega casi a la deriva hasta que llega la calma y todavía quedan algunos maderos a flote. Es como la vida y todas sus casualidades a veces bien rebozadas de causalidades. Todo lo que casi seguro le pasa a la gente a diario pero no se lo cuenta a casi nadie porque nuestro mundo no escucha, solo engulle vidas que trabajan, que caminan, que tienen una casa y hasta un hogar, pero curiosamente no están vivas. Se hundieron muy pronto, algunas antes de botar el bote para ponerse a remar.