La elección de Marruecos como objeto de estudio no es, en ningún caso, fruto de la casualidad. Cada vez más, se trata de una referencia palpable en la vida diaria de nuestras ciudades, aunque sólo sea por la creciente presencia de ciudadanos marroquíes que tratan de buscar una mejora de sus condiciones de vida entre nosotros. El hecho de que constituya el colectivo de inmigrantes más numeroso en nuestro país y de que, al contrario de lo que ocurría hace unos años, manifieste una clara voluntad de permanencia entre nosotros, debería bastar para estimular el deseo de conocimiento de su realidad actual, tratando, en primer lugar, de remover los negativos estereotipos que se han ido asentando en el imaginario colectivo español sobre nuestros vecinos del Sur. Al mismo tiempo, debería promover la creación de lazos comunes, tanto en los ámbitos oficiales como en los que afectan a los actores civiles, aprovechando no sólo la relectura de una historia común sino también la construcción de un futuro que sólo puede ser compartido.