Para un discípulo, encontrar a su Maestro es encontrar a una madre que acepta llevarlo nueve meses en su seno para hacerle nacer al mundo espiritual. Y una vez que ha nacido, es decir, que se ha despertado, sus ojos descubren la belleza de la creación, sus oídos oyen la palabra divina, su boca saborea alimentos celestiales, sus pies le llevan a los diferentes lugares del espacio para hacer el bien, y sus manos aprenden a crear en el mundo sutil del alma.
II. La necesidad de un guía espiritual
III. ¡No juguéis a ser aprendices de brujo!
IV. No confundir exotismo con espiritualidad
V. Saber equilibrar el mundo material y el mundo espiritual
VI. El Maestro, espejo de verdad
VII. No esperar de un Maestro más que la luz
VIII. El discípulo ante el Maestro
IX. La dimensión universal de un Maestro
X. La presencia mágica de un Maestro
XI. El trabajo de identificación
XII. \"Si no os volvéis como niños...\".