Si en su primer libro, El guión cinematográfico: un viaje azaroso, Miguel Machalski realizó un recorrido epidérmico del guión, examinando su morfología exterior y hurgando más bien en las regiones ocultas del guionista, aquí analiza su metabolismo y sus funciones orgánicas internas, recurriendo para ello a una analogía con la búsqueda del tan ansiado punto G.
Alejándose de lo prescriptivo y normalizador, el autor cultiva el arte de la duda y la relatividad como componentes necesarios de cualquier acto creativo, defendiendo la tesis de que la creatividad y la originalidad no sólo no van en desmedro del éxito, sino que lo pueden potenciar. Recuerda que en su vocación de entretener de la que tanto se habla hoy en día, el cine puede también hacer reflexionar, ampliar nuestra cosmovisión y, acaso, aportar algo enriquecedor más allá de la mera diversión.
A través de ejemplos elocuentes extraídos de las cinematografías más diversas o creados a medida para ilustrar lo expuesto, Machalski desgrana los mecanismos que integran el organismo viviente del guión cinematográfico y propone algunas formas alternativas de hacer frente al desafío de escribir un buen guión, desafío que en algo se emparenta con encontrar las claves de un encuentro amoroso feliz.