Semejantes creencias no desarraigaron al terminar la edad antigua, sino que tuvieron sus legítimas derivaciones en los tiempos medievales, como lo demuestran las apariciones de santos en el momento crítico de las batallas para mudar la suerte de las armas en favor de las huestes cristianas; o asimismo los ángeles de la guarda que en ocasiones salvan a los peregrinos de peligros inevitables sin el celeste auxilio.
En esta descreída época y entre la vorágine de nuestra civilización, a despecho de la ciencia dogmática y de la mortífera estultez del protestantismo, puede hallar quienquiera que se tome el trabajo de fijar la atención en ellos, numerosos ejemplos de mediación protectora, inexplicable desde el punto de vista del materialismo.