La infancia es un territorio, una patria a la que volver y desde la que nacen todos los aprendizajes. Regresar no es una opción, pero recuperarla, mantener intactas sus esquinas, preservar sus rincones del polvo más oscuro de la memoria, es una labor de pervivencia y un ejercicio de dignidad. Es tarea de cada uno evocarla sin complejos, restaurar sus desconchones, no mancharla más de lo que estuvo, no corromper sus enseñanzas, mantenerla como un lugar al que debería estar prohibido arrojar escombros.